La eterna búsqueda

He recurrido a bares, discotecas, e incluso aplicaciones para ligar. Pero como suele ser habitual, el amor de mi vida llegó cuando menos lo esperaba.

La conocí en el trabajo, a altas horas de la madrugada. Yo estaba comprando un café en la máquina cuando la vi aparecer, pero no fue hasta que me acerqué a ella y al fin pude ver su rostro, que mi corazón se hizo trizas.

El silencio invadió la sala, pero me gusta creer que no fue símbolo de incomodidad, sino de estupefacción ante aquel flechazo.

Era preciosa. Su piel parecía tan suave como unas sabanas recién cambiadas, y de un tono blanquecino que contrastaba con los tirabuzones de su cabello, tan negros como una noche sin luna.

Por un instante, me dio la sensación de que en su rostro había dibujada una tímida sonrisa, y la pena desbordó mis entrañas.

- Ojalá te hubiera conocido en un bar. O en una discoteca. O incluso en una aplicación para ligar... -le susurré al oído mientras una lágrima se abría paso por mi mejilla-.

Después, posé el café y cogí la sierra de autopsia eléctrica.


Autoría: Daniel Iglesias Fernández

Comentarios

Entradas populares de este blog

Eterna demora

Más de una forma de sentir terror

Historia de terror