Más de una forma de sentir terror

Se acercaba despacio, susurrante. No la veía. Puede que su presencia no impusiera, puede que solo fuera una sombra, pero, la picazón en las manos que la incapacidad de movimiento le provocaba, la aterradora certeza de su encuentro final con la criatura, a sabiendas de que lenta e inexorablemente llegaría a ella, la hacían torturarse mucho más que la apariencia físicamente aterradora que pudiera poseer. Los pensamientos le martilleaban la cabeza, con un chillido sordo la criatura salvó el espacio que las separaba y la oscuridad se la tragó.

*

Elisabeth se despertó entre temblores, sendas lágrimas caían por sus mejillas empapando su pijama de rayas, a su lado, unos brazos delgados pero firmes la rodeaban, alejándoladel miedo vivido apenas unos instantes atrás -Lizzy- era su madre, nadie la llamaba así excepto ella-¿Qué has soñado, cariño? -Le preguntó, con un deje de preocupación en la voz. Esperó a serenarse para contestar - Había un monstruo horrible, mamá.

 Su madre la miró con comprensión y una mezcla de orgullo en sus ojos ambarinos -Hija mía, cuanto más miedo le tengas a una sombra, más crecerá. Te voy a contar un cuento, el cuento de la niña de las flores en el pelo, que aprendió, que nublarse de fantasías no implica vivir en ellas.

“Era una niña que nació entre bauhinias, cada vez que leía un libro, una flor en el pelo le crecía, tanto era así, que tenía el pelo lleno de flores y la mente más imaginativa que jamás se hubiera visto. Pronto se cansó la niña de sus novelas y comenzó a buscar emociones fuertes, terror, fue lo que encontró. Pero al igual que sus ganas de leer, su imaginación tampoco cesaba, al llegar la noche, las criaturas de sus cuentos cobraban vida, atormentándola en las horas de oscuridad. La niña de las flores en el pelo dejó de leer y sus flores cayeron, de su época de lectura solo sobrevivió la bauhinia en la que siempre se sentaba al atardecer.

Un día, el árbol viéndola tan triste y sin flores habló con ella, le dijo que lo que sentía cuando su fantasía la absorbía era terror, la niña, antes confusa, comprendió que el tipo de terror que ella sentía era porque su imaginación a veces le impedía ser racional, que su terror, nada tenía que ver con el sentimiento que los protagonistas de sus libros poseían, sino que era otro tipo de terror. Así, la niña volvió a leer y sus flores volvieron más brillantes a su pelo”

*

 Al día siguiente, cuando el atardecer se silenció, Lizzy recordó a la niña de las flores en el pelo, y se hizo amiga de su monstruo.

Autoría: Noelia Suárez Ortiz

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